Dos investigadoras del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) y científicos de los Estados Unidos siguieron las huellas de una supernova bautizada W-44, que como digna estrella murió de modo espectacular hace veinte mil años: una explosión extremadamente violenta acabó con su vida y arrojó al espacio interestelar una gigantesca inyección de materia en menos de un segundo. El trabajo puede ayudar a echar luz sobre los rayos cósmicos, partículas subatómicas que llegan desde el espacio exterior a gran velocidad.
Este último testimonio de lo que alguna vez fue una estrella de una masa superior a veinte soles y que podía fundir hierro en su interior, aún brilla en nuestra galaxia. Sus emisiones fueron detectadas por el interferómetro Very Large Array (VLA), un complejo de 27 antenas situado al sur de Estados Unidos. "Lo llamativo de este estudio es la técnica usada para el descubrimiento", destaca Dubner, investigadora principal del Conicet.
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