Empleando simulaciones informáticas, y observaciones del huracán Bonnie de 1998, en el sur de Carolina del Norte, los científicos fueron capaces de obtener una vista detallada de bolsones de aire húmedo y tibio moviéndose desde el ojo de la tormenta hacia el anillo de nubes tormentosas en la pared del ojo, que contribuyeron a la intensificación del huracán.
Los hallazgos sugieren que el flujo de los paquetes de aire entre el ojo y la pared de éste (anteriormente considerado trivial) es un elemento clave en la intensidad del huracán, y que hay que tomar en consideración más cosas que sólo el clásico patrón de flujo. Este patrón clásico dice que a medida que esos paquetes de aire fluyen hacia la circulación del huracán, se elevan, formando nubes de precipitación, y transportan aire tibio a la atmósfera superior antes de retirarse hacia el aire circundante.
Fuente: Solociencia
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