Ya se sabía que las hormigas cortan a mordiscos las alas de los áfidos o pulgones que las desarrollan, para impedirles la huida y así evitar quedarse sin una de sus fuentes básicas de alimento: una secreción azucarada que excretan los áfidos cuando consumen plantas.
Además, las sustancias producidas por las glándulas de las hormigas también pueden impedir el crecimiento de las alas de los áfidos. El nuevo estudio muestra que las huellas químicas que dejan las patas de las hormigas desempeñan asimismo un papel clave en el manejo de las colonias de áfidos.
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